Mónica Miller

Mónica Miller

Nace y vive en Bs. As., Argentina

Construye su obra con la fusión entre música y recuerdos de infancia, con cruces entre diversos lenguajes y géneros. 

Premios: 1er Premio M. Prov de Bs As de San Juan F. Rawson; Fotografía Contemporánea Argentina ; 89 Salón Nacional de Artes Visuales.Pintura ; 90 Salón Nacional de Artes Visuales: Fotografía ; 1er Premio Pabellón 4, Bs. As. ; XLII Salón Municipal Manuel Belgrano, M. Sívori ; XXXV Salón Municipal Manuel Belgrano, M.Sívori ; III Bienal de Arte Sacro , M. M. Histórico y de Arte ; 103 Salón Nacional De Artes Visuales: fotografía y video.

Residencias : Cité Internationale des Arts, Paris, Francia y Expressiones Cultural Center, USA.

Muestras: Proyectos BorderBody- Mixing identities Italy ; Argentine Conteporary Art, USA ; The Latin América Art Museum U.S.A ; Arte Argentino Contemporáneo, La Habana ; NY Art Book Fair MOMA PS1; Red 03 Art Gall. , Barcelona ; Proyectos Pasaje 17, Bs As ; Museo J. Mulazzi , Arg.

Pero a mi , lo que me gusta es el MAR….!!!! (Huellas - 03/2021)

(Naturalezas narradas)

3 historias con un solo final 

Paso frecuentemente frente a un puesto de flores exhibidas con mucho cuidado y de manera muy atractiva; siempre lo admiro. 
Entre todas ellas hay un grupo de orquídeas, flor sofisticada, ya que  me recuerda a las quinceañeras  de antaño.
Mis preferidas son los jazmines por su perfume, el registro olfatorio no me remite a recuerdo alguno, sólo su rico perfume. También las flores silvestres de colores, que no  se cómo se llaman, me gustan mucho. 
Un día, vi una maceta, que de un tallo sinuoso se abrían cinco o seis flores blancas, muy lindas, que me miraban ... pregunto por ellas y resultó ser una orquídea….

Nos miramos nuevamente y esa conexión se mantenía ... no dudé y la compré.
Contenta con mis flores, al llegar a casa las coloqué sobre un mueble, frente a la ventana,  dónde creí  que le gustaría habitar; como a las personas las plantas necesitan un lugar adecuado, su lugar en el mundo. 
Mi orquídea blanca se aclimató y duró más o menos unos dos años entre floración y reposo. 
El año pasado al comenzar la pandemia, R. empezó  a trabajar online, frente a mi flor, hablaba por teléfono fuertísimo y le pedí que por favor baje la voz porque la plantita no estaba acostumbrada a ese sonido y podía incomodarse.  

El 5 de julio R. se contagió, la plantita se secó, tal como yo pensaba, nuestra ausencia y falta de riego, hizo que la orquídea secara totalmente. 
Desde aquel día en el que R. ausente  hasta ahora no había nada en en ese rincón. 
Con el retorno de R., como un sobreviviente,  llego de regalo  sorpresivamente, como bienvenida, una orquídea blanca hermosa, con siete flores blancas y ocupó el lugar que había dejado la anterior. 
En un primer momento me sorprendió  su llegada, percibí que en ese hecho había algo mágico, como si el destino hubiera traído nuevamente vitalidad a ese lugar, tal como R. a su regreso a casa.
Esta nueva orquídea de  alto y desafiante tallo recto, ll
ega como mensaje de reparación y buenos augurios.

Observé esos 4 árboles durante 157 días, durante varias horas. 

Desde diferentes perspectivas y a diferentes horas del día. 

Siempre me parecieron verlos como una composición de un cuadro Naif. 

Dos atrás más altos y dos más bajos adelante, con una posición casi estudiada. 

Se parecían a las pinturas de mis inicios. Las ramas con hojas como copos superpuestos, con verdes en degrade. 

Me gustaba pintar con esos verdes muy preparados, mezclándole ocres, amarillos y una pizca de blanco para dar luminosidad. Algunas veces un poco de azul para generar una lejanía. 

De tanto mirar esos verdes jardines, en estas circunstancias especiales, comencé a cansarme del paisaje, hasta que finalmente y al despedirme del lugar me dije: “odio el verde…”!!

Quedo muy asociado a recuerdos difíciles… 

Pero de este odio rescato estos 4 arboles, que me siguen pareciendo salidos de un paisaje de una pintura y no me molestas recordar. 

La gran cantidad de flores del jardín me abruman, me molestan. Es primavera, florecen, pero son efímeras, al poco tiempo se marchitan.

Y ahí es donde ya se pierde el contraste con las canchas  para deportes, ahora totalmente desiertas por el aislamiento necesario por la pandemia.

Dos escenarios apagados por obra de la naturaleza.
El pasto, ese verde que empecé a odiar, está dominado por los teros, un pájaro agresivo, que no te  permite caminar  cerca, cuidan sus crías y sus nidos y te pueden atacar. Sólo los pajaritos se atreven con ellos y cada tanto se arma una pelea ruidosa e intimidante.
Tantas plantas distraen mi atención para no mirar para atrás, allí  están los pacientes tomando sol para energizarse.
Aún así me siguen sin gustar, es más, hasta tanto verde me produce angustia ,ya no lo quiero ver más... ni allí, ni en ningún otro lugar. 
Me enfoco en esos 4 arbolitos. 
Tampoco me conforma.
En un plano mucho más  lejano, veo circular otra vida por la ruta .... 
Extraño el mar .. ya que el agua es vida.
Su color, su aroma, su movimiento,

Extraño sumergirme y sentir el agua envolvente, acariciante,  esa sensación tan placentera y purificante, el cuerpo toma su contorno exacto, flota, y esa liviandad hace que ya todo pierda dimensión… para que todas las penas se vayan al fondo del mar.



Ahora odio el verde…

 

 

PERO A MI , LO QUE REALMENTE ME GUSTA

ES EL MARRR…!!!!

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