Diana Varela

Diana Varela

Diana Varela, argentina, vivo en Buenos Aires. Profesora, traductora de francés egresada UCA. Docente, estudios artísticos Fundación Guillermo Roux. Participé del Festival Latinoamericano Mira. Realicé un mural para el Gobierno de la Ciudad.

Expuse en el Museo de Bellas Artes de Tandil, en el museo Raggio.

Obtuve el primer premio del Salón Homenaje a la Mujer de la Asociación Argentina de Artistas Plásticos.

Gané la beca Diderot para realizar una residencia en el Château d´Orquevaux, Francia.

Presenté un manuport en el Festival Internacional de Manuports de Helsinski, Finlandia.

Produje libros de artistas: “SOS Tierra” que fue un proyecto artístico pedagógico y “Formas encantadas” de índole artístico literario. Participé en ferias y exposiciones.

El dibujo es importante para mí. Me gusta jugar con la línea. Mi arte es ilustrativo. Adoro las formas orgánicas nacidas en la naturaleza. Mi paleta es variable. Siempre están los grafismos en algún lugar de la imagen. El relato está mayormente presente. Crear me hace muy feliz.

Suelo tomar fotografías que luego me sirven de inspiración. En este último trabajo, el detonador fue un texto personal donde estaban presentes las emociones. Crear es entrar en otra dimensión, palpar un mundo lleno de sensaciones diversas. 

Recuerdos de Infancia  (Huellas - 06/2023)


Primer estante de un ropero gigante de caoba en la casa de mi abuela. ¡Oh sorpresa! Allí en una caja rectangular de veinte por ocho estaba lo que más me gustaba.

Miles de piedras de colores de diferentes formas y tamaños. No eran piedras brutas, eran brillantes como si fuesen ornamentos reales, podría ser de la capa de un rey o del velo de una princesa.

¡Cómo me gustaba jugar con ellas! Formaba filas, círculos, figuras. Todavía las recuerdo.

Rememoro también el teléfono de escritorio, tan diferente a nuestro actual celular. El perfume persistente y embriagador de las magnolias que estaban en el patio. El olor de la jalea de membrillo que tan cariñosamente preparaba mi abuela. El caballete que subía y bajaba. Y el taburete donde me sentaba a escuchar los cuentos relatados por mi tía, que luego dibujaba y pintaba muy ensimismada. Abstraída del mundo real entraba a jugar en mi territorio tan deseado. ¡Que felicidad! ¡Y que satisfacción volver a jugar con esas gemas después de tantos años!

Texto en el Vídeo


Recuerdos de Infancia

Primer estante de un ropero gigante de caoba en la casa de mi abuela. ¡Oh sorpresa! Allí en una caja rectangular de veinte por ocho estaba lo que más me gustaba.

Miles de piedras de colores de diferentes formas y tamaños. No eran piedras brutas, eran brillantes como si fuesen ornamentos reales, podría ser de la capa de un rey o del velo de una princesa.

¡Cómo me gustaba jugar con ellas! Formaba filas, círculos, figuras. Todavía las recuerdo.

Rememoro también el teléfono de escritorio, tan diferente a nuestro actual celular. El perfume persistente y embriagador de las magnolias que estaban en el patio. El olor de la jalea de membrillo que tan cariñosamente preparaba mi abuela. El caballete que subía y bajaba. Y el taburete donde me sentaba a escuchar los cuentos relatados por mi tía, que luego dibujaba y pintaba muy ensimismada. Abstraída del mundo real entraba a jugar en mi territorio tan deseado. ¡Que felicidad! ¡Y que satisfacción volver a jugar con esas gemas después de tantos años!


Souvenirs d’enfance (traducción al francés)

Premier étagère d’une armoire enorme en acajou chez ma grande-mère. Oh surprise! La dans une caisse rectangulaire de vingt par huit centimètres était ce que j’aimais le plus.

Des milliers de pierres colorées et de différentes formes et tailles. Elles n´étaient pas des pierres brutes, elles brillaient comme des ornaments royaux, pourraient être le manteau d’un roi ou le voile d’une duchesse.

J´adorais jouer avec elles! Je les alignais, formais des cercles, des figures. Je me souviens encore d’elles.

Je me souviens aussi du téléphone de bureau si différent du portable actuel. Le parfum persistant et enivrant des magnolias qui étaient dans la cour. L’arôme de la confiture de coing que ma mamie préparait si affectueusement. Le chevalet qui montait et descendait.

Et le tabouret où je m´ asseyais pour écouter les histoires racontées par ma tante, qu’après je dessinais et peignais enfermée en moi même. Abstraite du monde réel, je suis entrée pour jouer dans mon territoire tellement désiré. Quel bonheur!! Et quelle satisfaction rejouer avec ces pierres après tant d’années!!

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